Acción Nacional Vive en Claroscuros.
Atrás quedaron las épocas de gloria, de triunfos electorales, de aguerridos debates parlamentarios. Hoy – salvo poquísimas excepciones – sus actores no son ni la mitad de lo que fueron sus próceres, aquellos que fueron referentes de la política nacional, grandes ideólogos y actores en la construcción del México postmoderno.
El partido de la derecha, por lo que se ve, quedará en el recuerdo y la remembranza de aquello que llaman «brega de eternidad».
Acción Nacional se desdibujó, perdió brillo, perdió el encanto que le permitió ganar elecciones hasta conquistar la presidencia de la república en el año 2000, lo que resultó a juicio de la historia una burla, Fox demostró incapacidad y destinó para construir un proyecto de gobierno relevante y duradero, su pasó por la máxima magistratura es el paso del timorato e imberbe gobernante que fracasó. Luego vino la crisis y la absurda guerra contra los cárteles de la droga, su saldo, el aceleramiento de la espiral de violencia y el atentado fatal contra al menos dos titulares de la política interna del país.
El PAN comenzó a tropezar como gobierno y luego como oposición, sin reconocer sus errores y desatinos por arrogancia.
A nivel local, el PAN perdió la vitalidad que Rafael Moreno Valle inyectó, hubo un antes y un después, por lo que es lejano un cambio pragmático en su dirección, tan acostumbrada a las batallas internas en busca de plurinominales por su incapacidad para ganar elecciones.
El PAN no ha terminado de entender que de la fatuidad y la arrogancia se hartó el electorado, que el entregar su dirección a personajes grises, corruptos y de poca monta – en los últimos años – es la principal razón de su hecatombe electoral.
Al final, la mezquindad y mediocridad de personajes como Anaya, Creel, Cortes, Romero y Rivera, entre otros actores políticos, son el rostro mismo del fracaso en el sinuoso camino que ellos mismos minaron, frente a nuevas batallas electorales teatralizadas, hoy en busca de impunidad.
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