De Agresiones y Cosas Peores.
La cobardía de un hombre se hace patente cuando su vileza es relativamente proporcional a sus complejos. Quizá sea cierta también la afirmación de que vivimos una época en donde domina lo vulgar en detrimento de la dignidad humana.
Y si bien no podemos idealizar la vida de otros; tampoco podemos afirmar que la vida es una porquería y nuestra especie – como sostienen algunos – un error de la evolución; cuando sujetos que se precian de ser ejemplares en sociedad, desprecian a una mujer al grado de denigrarla.
Comento lo anterior por un lamentable hecho sucedido días previos a la celebración de año nuevo, del que pocos fueron testigos en las cercanías de la recién inaugurada Estrella de Puebla, en donde un pseudo empresario pasó de los insultos a las bofetadas, a los puñetazos y patadas que le propinó a una mujer, quizá veinte años menor que él; todo ello ante la mirada atónita de libaneses prepotentes y algunas personas que poco y nada pudieron hacer ante la presencia de guardias de seguridad que protegieron al agresor.
Así es como de la perplejidad de una agresión pública, a tan sólo unos metros de policías que no intervinieron, no por falta de escrúpulos; sino seguramente por falta de arrojo, se pasa a la impotencia para no ser uno más en la lista de perjudicados que los lleve a perder incluso la vida por salvaguardar la integridad de otros y, en donde las víctimas pasan de la soledad a la desolación en la casa de la melancolía, por el abandono de una sociedad que parece hundida en el odio y el rencor.
Por ello, creo que el inicio de año debe ser visto más allá de la renovación de ánimos y buenos deseos; como un momento de profunda reflexión para sanar heridas, puesto que si bien las personas no cambian por muy buenas intenciones que pregonen, el acoso; el hostigamiento; la sexualización; la violencia en todas sus formas y la decadencia de una mayoría machista, envilecen los propósitos más altos en cualquier sociedad hasta hacerla disfuncional.
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